Rafael Moneo

Nacimiento:
español
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Biografía
El arquitecto Rafael Moneo, de nombre completo José Rafael Moneo Vallés, nació el 9 de mayo de 1937 en la localidad navarra de Tudela, en España. Estudió en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) hasta 1961, cuando obtuvo el título. Durante ese tiempo colaboró con Francisco Javier Sáenz de Oiza, durante el período 1956 – 1961. Más tarde, durante los años 1961 y 1962, trabajó en el estudio de Jørn Utzon en la ciudad de Hellebæk, en Dinamarca. Tras ello, recibió una beca de estudio en la Academia de España en Roma en 1963.
Su carrera como docente comenzó en 1965, a su regreso de Roma, cuando ingresó como profesor adjunto en la Escuela de Arquitectura de Madrid (ETSAM) hasta 1970. En ese año, obtuvo la Cátedra en Elementos de Composición en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB). Permaneció en Barcelona hasta 1980, año en el que se encargó de la Cátedra de Composición en la ETSAM. Paralelamente, en el año 1985, Rafael Moneo fue designado como Decano de la Graduate School of Design en la Universidad de Harvard, donde fue titular de la Sert Professorship.
En cuanto a su obra construida, empezó a ganar concursos y elaborar proyectos tras haber participado en los estudios de afamados arquitectos ya antes citados. En 1964 ganó un concurso con su proyecto de la Casa de la Ópera de Madrid, nada más volver de Roma. Tras varios ejemplos de edificios construidos, realizó la ampliación de la sede principal del Banco Bankinter, la cual es considerada como su primer encargo trascendental, tanto por sus dimensiones, su situación en el Paseo de la Castellana de Madrid, y su planteamiento teórico. En este edificio Rafael Moneo, quien trabajó junto a Ramón Bescós, planteó un magistral ejercicio de relación entre lo nuevo y lo preexistente al hacer dialogar a la ampliación con el Palacete del Marqués de Mudela, de principios del Siglo XX. Así pues, es la primera obra en la que muestra un total control de la arquitectura, siendo muchas las facetas en las que la sede de Bankinter destaca.
En ese mismo periodo, entre 1973 y 1977, diseñó el edificio de viviendas en el Paseo de la Habana. Este conjunto de viviendas se organiza en abanico hacia el sur, dejando en su parte trasera el acceso rodado, creando un recorrido que recuerda a las villas señoriales, y conduciendo los coches hacia la planta baja de pilotis. Las plantas de la vivienda se ordenan apareadas y compactas, escalonándose hasta tener un extremo de poca dimensión que permita unirla a su vecina sin que existan patios interiores.
Más tarde, entre 1977 y 1981, proyectó el Ayuntamiento de Logroño, edificado en el solar que ocupaba un antiguo cuartel militar, y cuya localización en el centro de la ciudad y su regular geometría de la parcela establecían unas magníficas condiciones para este uso. Rafael Moneo se basó en tres aspectos para diseñar el edificio: su imagen, su relación con el entorno y con la ciudad entera, y la estructura del edificio como tal. Así pues, el edificio debía representar al pueblo, pues estaba destinado a albergar una institución pública, y por tanto debía alcanzar cierto grado de dignidad sin llegar a la falsa monumentalidad. Esta dignidad debía proporcionarla su relación con la ciudad.
Entre 1980 y 1985 se desarrolló el proyecto del Museo de Arte Romano de Mérida. El propio Rafael Moneo hace hincapié en que las condiciones de partida del proyecto, exigidas a todos los concursantes, eran las siguientes: una modestia del edificio en el medio urbano, que éste “debía ser una anticipación y adelanto del sorprendente espectáculo a que da lugar el espléndido conjunto de ruinas romanas”. Por lo tanto, el edificio surge “como una serie de contrafuertes sesgados que, en su escueta construcción, harán evidente uno de los principios en que se fundó la arquitectura romana: la solidez de las fábricas”. Por otro lado, el edificio aspira a ser un digno marco de los restos del pasado de la ciudad romana. Existe cierta intención de rememorar y evocar el pasado romano, sin caer en la imitación de la arquitectura romana. Es por ello por lo que se utilizan métodos de construcción romanos, y no se recurre a las molduras y a los órdenes. El sistema de muros de hormigón y ladrillo, entra en diálogo con otro sistema, el de los vacíos, creando así, mediante muros transversales, una serie de naves, que asumen el carácter buscado para el museo. De este modo se concibe el museo como una inmensa biblioteca de restos pétreos.
A continuación, entre el año 1980 y 1988, se construyó la Nueva Estación de Atocha. Este proyecto estaba inscrito en la llamada Operación Atocha, que además de cuadruplicar la capacidad de la estación de trenes, planteaba liberar la Glorieta Carlos V del Scalextric construido en los años 60. La estación de tren aceptó íntegramente la existencia de la antigua marquesina de Alberto de Palacio. Ya que la estación, debido al desarrollo de la ciudad, siempre tuvo problemas de alturas, quedando siempre a una cota inferior que las calles colindantes, el edificio preexistente sirvió para liberar cierto espacio entre la calle a cota superior y la nueva estación, de manera que se pudiesen plantear unos accesos que conectasen las distintas cotas a través de un espacio vivido y lleno de peatones y actividad comercial. La estación ha de resolver el problema logístico que supone el intercambiador, teniendo que conciliar, de forma óptima los movimientos de peatones entre la estación de Cercanías, la de Larga distancia, el metro y el acceso al tráfico rodado en la superficie. Esta complejidad del programa se refleja de manera magistral en el proyecto, haciendo uso de elementos tipológicos destinados a favorecer en todo momento el uso de la estación. De este modo la Rotonda está concebida para orientar y facilitar el acceso a los usuarios.
A mediados de los años 80, se comenzaron las conversaciones para que la colección Thyssen-Bornemisza fuese trasladada a Madrid, concretamente al Palacio de Villahermosa. El Barón, tras una visita al Museo de Arte Romano en Mérida, puso como condición que la adaptación del museo fuese llevada a cabo por Rafael Moneo. El proyecto parte de la existencia del museo, aprovechando su simetría longitudinal que se inicia en la fachada, para crear un espacio de entrada de gran altura iluminado por un lucernario, donde antes había un patio, desarrollándose de este modo un interesante distribuidor que organiza el museo de forma que el desarrollo de la visita se desenvuelve de manera circula en torno a este. Por otro lado, en el patio de entrada, que sirve como rótula que resuelve la entrada desde la calle al palacio, situado paralelo a ésta, se diseñó un nuevo pabellón para exposiciones temporales que ayudó a cerrar el jardín.
Ya en la década de los 90, precisamente entre 1990 y 1999, se desarrolló el proyecto del Kusaal, un auditorio y centro de congresos en San Sebastián. A través de un concurso restringido, Rafael Moneo diseñó este edificio, que debía aprovechar la cimentación que se había ejecutado de un proyecto previo de los años 60, pero que no llegó a terminarse. El concepto del edificio se basa en la relación de los dos cuerpos de cristal de los que se compone con el entorno, en la desembocadura del río Urumea, con la intención de ser un accidente geográfico, por lo que intenta no ser un edificio más y no ser, por tanto, la continuación de la ciudad que se mete hasta la playa. Es por ello por lo que la imagen del edificio se asemeja a “dos gigantescas rocas varadas que rinden tributo de pleitesía a la geografía” inclinándose cada cuerpo a las dos montañas que se erigen en la ciudad. El propio arquitecto admite haberse sentido por la Ópera de Sídney en cuanto a la relación del edificio con el entorno, y por Jorge Oteiza, al entender los cuerpos como “dos sólidos primarios que quedan dinamizados y activados al hacerse sentir en ellos el deseo de movimiento”.
Poco después, durante el periodo entre 1996 y 2002, se construyó la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, en Los Ángeles (Estados Unidos de América). Tras la petición del Cardenal de la ciudad a distintos arquitectos, Rafael Moneo fue el seleccionado para desarrollar el proyecto. La complejidad del mismo se encuentra en su complejo programa y en la resolución de su escala urbanística. El edificio es una revisión tipológica de las catedrales medievales desde el prisma de la arquitectura contemporánea. Así pues, se respetó la orientación a naciente y la tradición cruciforme, pero se produjo cierta inversión de términos, de total modo que el acceso se produce desde la cabecera, las capillas no se abren a la nave, y si a un deambulatorio, lo cual supone una novedad tipológica, ya que se trata de una disposición inusitada.
Llegado el siglo XXI, se acometió la ampliación del Museo del Prado, en Madrid. Tras un concurso al que se presentaron setecientos setenta y seis proyectos, y tras varias fases, se encargó a Rafael Moneo el diseño. La intención del proyecto era la de liberar al edificio de Villanueva cuantiosas obligaciones, colonizando el claustro de los Jerónimos y potenciando el eje transversal del museo. De esta forma, la ampliación resuelve varias cuestiones constructivas y programáticas, modernizando el museo y dejando el edificio preexistente para la exposición de obras de arte casi exclusivamente.
También durante la primera década de este siglo, entre el 2000 y el 2008, se llevó a cabo el proyecto del Museo del Teatro Romano de Cartagena. Estos restos arqueológicos aparecieron inesperadamente al derribar unas viviendas antiguas, y el yacimiento se encuentra rodeado de otras edificaciones. Es por ello por lo que Rafael Moneo resolvió, de manera magistral el acceso a través del Museo, conectando la plaza del ayuntamiento con las ruinas, bajo la Catedral Vieja. Además de esta conexión entre el espacio público y el teatro romano por medio del museo, se llevó a cabo una actuación que adaptaba el entorno inmediato de los restos arqueológicos a un parque en el centro de la ciudad, generando así un interesante complejo cultural y social.
De sus brillantes inicios académicos y laborales puede entenderse que su arquitectura aúne la tradición greco-latina, la vanguardia, el clasicismo y la tradición nórdica, heredada de Jørn Utzon. Por otro lado, la preocupación por la relación entre sus edificios y el entorno es una constante, y esto le ha llevado a realizar una arquitectura de relación con el pasado y con el contexto urbano en el que se encuadra. Siempre ha buscado una relación de armonía más que de contraste, y aunque ha mantenido su estilo propio, en especial en lo referente a los sistemas constructivos y los materiales, ha procurado que estos se asemejasen a las preexistencias, cuando fuese necesario, de tal modo que la parte nueva no contrastase con lo antiguo. Anatxu Zabalbeascoa ha definido así su arquitectura: “Las bazas de Moneo han sido la cultura, la capacidad analítica y la disciplinada responsabilidad de ceñirse a lo que se pide. La experiencia de saber escuchar al lugar tanto como la de saber solucionar los problemas le han servido para convertirse en uno de los proyectistas más fiables del mundo. […] aplaudido por su rigor constructivo y por su capacidad para realizar edificios sólidos y entroncados con los lugares”. Todo ello le ha llevado a ganar numerosos premios como por ejemplo el Premio Pritzker en 1996, el Premio de Arquitectura Contemporánea Mies Van Der Rohe en 2001, la Medalla de Oro de la Arquitectura en 2006 o el Premio Príncipe de Asturias en 2012, entre otros.